Edward Hopper (1882-1967) concebía a las figuras de sus cuadros como si fueran personajes de un film. Creaba narraciones tomando elementos de la realidad, creaba su propia ficción. Sus encuadres eran muy cinematográficos.
Una de las cuestiones que vuelve interesante a Hopper es que consiguió dar forma al universo interior de sus personajes. En sus obras predomina la soledad, y los personajes la manifiestan a través de enigmas cotidianos, en escenarios como grandes ciudades sin rastro de gente, oficinas, bares y moteles, dejando al espectador con deseo de conocer esa historia que esconde detrás.
Con espacios que dan impresión de tristeza total, aislamiento, Hopper crea un vacío en el tiempo. Congela el instante, sintiendo el mundo de manera angustiosa.
Hopper destila realidad y muestra de ella los elementos esenciales y característicos. Cada uno de los elementos que vemos en el cuadro forman un todo y van definiendo a los personajes, siendo parte de la narrativa. Crea una abstracción de esa realidad, a través de la luz, de la forma y del color. La luz se convierte en un elemento estructural clave para contar la historia.
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